TEXTOS
1) Caminantes:
Ayer vi a los caminantes: a los indiferentes, los
miedosos, los valientes, los cansados, los enamorados, y los desahuciados.
Vi como sus pasos se convertían en fino polvo al contacto
con el inmediato y fugaz presente. Descubrí que a la mayoría el pasado no le
servía de nada.
Aún no terminaba de observarlos y el futuro ya se
apropiaba de aquel presente, ahora convertido en pasado, mostrándolo a cada
cual las consecuencias de sus actos.
Continué contemplando el futuro, hasta el instante en el que la muerte decidió
cambiar el camino de los indiferentes, los miedosos, los valientes, los
cansados, los enamorados, y los desahuciados.
2) Para los que están llenos de ausencias:
Para los que estamos llenos de ausencias ofrezco mucho
para leer y mucho para escribir. Les pongo sobre la mesa un día que comience a
las 4 de la mañana (con hermoso amanecer garantizado) y que termine a eso de
las 12:30 de la noche.
Además, para los que estamos llenos de ausencias también
ofrezco proyectos aquí y allá dándoles la garantía de que solo se encontrarán
con personas buenas.
Me adueño del viento y también se los brindo porque a mí
ya no me sirve: Solo me trae el recuerdo de quien fue y ahora no es. Todo el
susurra la voz que ya no oigo y dibuja el rostro que ya no veo.
Claro, y si a los que estamos llenos de ausencias también
se les antoja un poquito de esperanza… pues que vuelvan la semana entrante!
3) Cuando caiga la tarde:
Cuando caiga la tarde dejaré de pensar en usted.
Solo cuando caiga la tarde renunciaré a eso que nunca
perdí. Disculparé sus errores y los míos. Comprenderé al fin que yo no tengo
que “armarme” líos por usted, ni usted por mí.
¡Sí! Cuando el cielo no sea ni día ni noche, me atreveré
a aceptar que -a usted ayer- se le ocurrió la grandísima idea de no esperar a
que yo le contestara el teléfono
El caballero miraba a través de la noche y con cada sombra se preguntaba si era realmente ella la que venía.
El caballero espero 10, 20 minutos, una hora; y palideció al percatarse de que ella nunca vendría. Que tan solo era un recuerdo, que nunca más le contestaría el teléfono, que sus ojos negros no brillarían más con la prontitud de su llegada, que sus palabras tontas e infantiles (esas que no le gustaban) no retumbarían más en sus oídos… Y hasta la empezó a extrañar por primera vez.
Aquel ser siguió mirando la noche, tomando café y esperando a que llegara Manolo, el gato torpe que siempre le acompañaba. Allí, parado al pie de la ventana, dejó escapar su último suspiro.
4) Penélope:
El caballero miraba a través de la noche y con cada
sombra se preguntaba si era realmente ella la que venía.
El caballero espero 10, 20 minutos, una hora; y palideció
al percatarse de que ella nunca vendría. Que tan solo era un recuerdo, que
nunca más le contestaría el teléfono, que sus ojos negros no brillarían más con
la prontitud de su llegada, que sus palabras tontas e infantiles (esas que no
le gustaban) no retumbarían más en sus oídos… Y hasta la empezó a extrañar por
primera vez.
Aquel ser siguió mirando la noche, tomando café y
esperando a que llegara Manolo, el gato torpe que siempre le acompañaba. Allí,
parado al pie de la ventana, dejó escapar su último suspiro.
La noche lo llevó por un camino que llegaba hasta una
luna llena y mientras saltaba de estrella en estrella se le olvidó que en su
mano había una taza de café, la dejó caer, y se desplomó de una forma
inexplicable que solo fue el anuncio de que había llegado a un agujero negro
llamado soledad. Último sitio al que debía ir para olvidarse de que aquella
misma mañana lo habían dejado sentado en la banca de un pequeño parque, con un
enorme ramo de flores en su mano y un recuerdo vivo llamado Penélope.
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